FRUCTOSA

Cuando la gente dice «tengo intolerancia a la fructosa», técnicamente no se trata de una intolerancia sino de una malabsorción de la fructosa en el intestino delgado. Esto quiere decir, muy sencillamente explicado, que no nos funciona correctamente el transportador que absorbe la fructosa, ésta sigue por nuestro intestino sin la oportunidad de meterse en nuestro torrente sanguíneo, y cuando llega al colon, esta pobre fructosa va a ser fermentada por nuestras bacterias intestinales produciéndose todos los síntomas digestivos conocidos como gases, hinchazón, diarrea, etc.

Este es un matiz importante, porque lo que tendremos que tener en cuenta a la hora de ver la cantidad de fructosa de un alimento no es la cantidad de fructosa total, sino la cantidad de fructosa «libre» o el exceso de fructosa en comparación con la glucosa. Y de ahí los líos que vienen muchas veces con los listados de la fructosa.

Si a nuestro intestino llega la misma cantidad de glucosa que de fructosa, esta fructosa va a absorberse más fácilmente porque entra en juego otro transportador que se activa en presencia de glucosa. Por tanto, nuestro problema está cuando un alimento tenga mucha más cantidad de fructosa que de glucosa en su composición. Y eso es en lo que vamos a fijarnos. Nuestro problema viene con el exceso de fructosa, no con la fructosa en sí, porque el transportador que se encarga de absorber esa fructosa está a medio gas, por decirlo de alguna manera.